«El país de los proyectores» (3 de 4)
«En un país no demasiado lejano, en medio de bosques y árboles majestuosos, hay un pequeño mundo dentro de otro. Un pequeño mundo donde las personas son proyectores de cine. Van viviendo la vida según la película que tienen delante, en su pantalla.
Hay personas que viendo una cinta donde hay una oficina, otras como él también comparten la misma película. Cada día, sólo levantarse, se ponen la cinta de la película “trabajo” y empiezan a vivirla hasta cuando ya están cansados, cambian de carrete y se ponen otro, como el relax que hay viendo una película que sale uno veviendo una cerveza, muy fría y con un vaso helado… todas estas películas se las miran personas que se sienten atraídas por las mismas temáticas. Hay otros que se encuentran cada día después de mirar su propia película relacionada con el trabajo, con una otra que es ir a correr. Y cada cual la puede disfrutar acompañado, viendo al momento una visión común.
Algunos al final del día están muy cansados porque la película que han elegido, como que cada día es la misma, acaba para aburrirlos porque en cada momento saben lo que pasará. Se conocen la película de sobras. Se la ponen ocho horas al día. Y la monotonía, los hace entrar en una somnolencia que se va apoderando de todo su día a día, yendo más dormidos que despiertos por la vida.
Hay algunos que viven cada película como si fuera nueva. Ellos no pierden el tiempo recordando un pasado o imaginando un futuro, cada día es una nueva vivencia de la película que verdaderamente han elegido. Ellos saben que pueden cambiar de cinta.
Los otros no se recuerdan, recuerdas? están dormidos…
Y los días van pasando, las películas también, y el proyector va creciendo, pasando una detrás de la otra las películas de cine. Algunas de elegidas y otro no. En algunas con imágenes que no gustan y con otras que sí.
Llegó un día, cuando un proyector estaba mirando la película que más le gustaba, se encontró sentado con una otro proyector que también estaba mirando la misma. Y el otro no era un proyector cualquiera, lo había sido soñando desde hacía mucho tiempo. Lo había podido dibujar para sus adentros después de muchas películas vistas. Era un proyector que la energía que lo hacía funcionar, era diferente a la suya, tanto que se sentía del todo atraído por la diferencia, era femenina, al contrario de él.
Sólo verla, la luz del proyector masculino se encendía tanto que incluso podía quemar la cinta. Veía un carrete tanto redondo y se movía de una manera como nunca había pensado La carcasa era perfecta, sin ninguna rascadura de nada, ni parte que sobrara. Toda una vida deseando encontrar el proyector que pusiera y le gustara las mismas películas. Empezaron a descubrirse y compartirse todas películas vistas hasta entonces y a cada minuto que avanzaba, más sentían la felicidad que les crecía dentro… Se daban cuenta que por fin habían encontrado aquel proyector que más se asemejaba en aquello que les gustaba a sí mismos.
Después de un tiempo con grandes sorpresas y felicidad, decidieron que querían compartir juntos este andar por la vida. Empezaron a mirar cada vez más películas comunes, sin dejar demasiado de lado aquellas que al otro no compartía, pero eran felices pudiendo vivirse desde esta diferencia…
Y el tiempo iba pasando y pasando e iban acumulando experiencias, hasta que un día, los dos proyectors decidieron que estaban dispuestos y a punto de crear desde la unión de sus dos carcasas, otro proyector, la unión de ellos dos. Experimentar un momento sagrado que se repetía en todos los mundos conocidos como aquel, la dualidad se unía para crear una nueva VIDA, un acto sagrado y único. Y así lo hicieron.
Un día se unieron y cada cual fue aportando diferentes piezas que tenían dentro para conjuntamente ir montando toda la carcasa donde tendría que surgir su creación. Y así se pasaron todo el tiempo que necesitaban hasta que finalmente llegó el momento más mágico. Primero colocaron el carrete con la película que los dos eligieron y creían más adecuada, después lo enchufaron a la electricidad. Dejaron que la luz pasara por dentro del hardware y empezara a proyectar la nueva película creada desde la dualidad de los dos opuestos.
Empezaba una nueva vida.
Y los tres se iban viviendo y visualizando películas muy felices. Los padres se esforzaban a enseñar al hijo todas las cintas que más les gustaban y podían ayudar…
Un día el proyector pequeño, hacia los trece años, preguntó a sus padres:
-Papás, cómo he llegado aquí? De donde salgo yo?- y los padres le respondieron. -Mira hijo, tú eres el resultado de todas las piezas que tu madre y yo hemos extraído de nosotros para crear tu carcasa.
-Ah sí? -dijo lo el niño que se los miraba extrañado preguntando -y vosotros, de dónde habéis sacado todas las piezas que forman vuestro proyector?
-Bien hijo –le dice la madre- yo también nací desde este acto sagrado y mágico como hiciste tú, pero a través del amor de mi padre y mi madre. Y también vemos las películas que ellos nos incorporaron pero también aquellas que hemos ido experimentando por nosotros mismos.
Ah! -exclamaba el proyector pequeño, todavía más extrañado- Si yo he salido de vosotros -continuó- y veo desde la carcasa y las películas que me habéis transmitido, y vosotros de vuestros padres, y los abuelos de sus padres, y los bisabuelos de sus padres y… – y se quedó en silencio, sintiendo y elaborando lo que acababa de comprender y darse cuenta.
Con voz tranquila y serena los hizo la siguiente reflexión acabada con una pregunta.
– … entonces madre y padre, si soy y estoy creado con las piezas y cintas de películas que los padres de los bisabuelos, les habían pasado, y de los abuelos y de vosotros mismos… -más pensativo continuó- yo soy y vivo siendo un proyector que es el resultado de todos vosotros con todas las piezas que se han ido transmitiendo de generación en generación, y con todos los carretes con todas las películas… si yo soy el resultado de todo esto, entonces, QUIÉN SOY YO REALMENTE??»
28/07/2103